El notario no puede presenciar la apertura forzosa de las puertas.
Carezco de antecedentes familiares en el mundo notarial. Soy el quinto hijo en una familia de ocho. Nada me vinculaba con el mundo de la notaría. Sin embargo, ante el durísimo momento de fotografiarme para la orla de mi promoción en la licenciatura de Derecho, tenía que tomar una decisión.
Son varios los motivos que me llevaron a elegir la oposición para el título de Notario, pero quiero apuntar dos:
Uno, que según había oído, aquí no hay enchufes que valgan, los tribunales, a grandes rasgos, son justos: si se lo sabes, apruebas. Eso lo comenta (y acredita en carnes propias) Justito el Notario, que ha publicado un magnífico libro, cual es, a la par, desgarrador. Mi experiencia sobre esa cuestión es equivalente.

Y dos, que a la notaría va quien quiere, nadie va obligado. Es un lugar en que se desenvuelve la libertad, el pacto, la paz. Como decía, magistralmente Rafael Sanchez Ferlosio, “El argumento se quedó parado y sobrevino la FELICIDAD.” Lo más próximo a esto (y le costará al lector entenderlo) es un bar típico ibérico en el que el individuo quiere tomarse algo amigablemente, disfrutar y ver a su convecino. Continuar leyendo «El Notario y el garrote»